Descripción De La Muerte De Jesús En La Cruz Del Calvario

DESCRIPCIÓN DEL SUFRIMIENTO Y DE LA MUERTE DE JESÚS EN LA CRUZ DEL CALVARIO
Adaptado por Alexander Monroy

La flagelación era un método de tortura tan brutal que a menudo las víctimas no sobrevivían. La gran pérdida de sangre hacía que la persona sufriera choque hipovolémico (un cuadro caracterizado por la aceleración  del ritmo cardíaco, para compensar la pérdida de sangre, un descenso de la tensión arterial que provoca desmayo o lipotimia -perdida repentina y pasajera del conocimiento-, y una suspensión de la actividad renal ya que los riñones necesitan mantener el mayor volumen de sangre posible) Además, como el  cuerpo necesita líquido para reponer la sangre perdida, la persona siente muchísima sed.
    Después de este castigo, sin contar otros golpes y malos tratos, Jesús fue llevado a la cruz.  Durante la crucifixión, se acostaba a la víctima con los brazos perpendiculares al torso. Se usaban clavos de entre 12cm y 22cm (5 y 9 pulgadas) de largo, para atravesar las muñecas y clavarlas al madero, lo cual producía el aplastamiento del nervio mediano (el nervio más importante que  llega hasta la mano) y causaba enorme dolor.
Las rodillas quedaban flexionadas, y se atravesaban clavos a la altura de los tobillos. Cuando finalmente se elevaba a la víctima a la posición vertical, los hombros (Y a veces, los codos y muñecas) se dislocaban a causa del peso del cuerpo, de modo que ya no servían para aliviar la presión en el pecho.
    En aquel momento, los clavos en las muñecas mantenían el cuerpo en una posición en la que la opresión en el pecho era tremenda e impedía que la víctima se dejara caer hacia delante. Debido a que la opresión en el pecho dificultaba la exhalación del aire, para aliviar la presión, la víctima debía  estirar las piernas afirmándose en el clavo de los tobillos a modo de palanca.
Después de expulsar el aire, el condenado volvía a su posición inicial.
     La cruz se construía con maderos toscos, así que cada vez que el crucificado rozaba la  espalda, en especial cuando la carne tenía laceraciones como consecuencia de los azotes, sentía un dolor extremadamente intenso. Poco a poco, se debilitaba, y la frecuencia respiratoria disminuía, lo cual aumentaba la acidez en sangre. Esto, a la vez, alteraba el ritmo cardíaco que ya había sufrido una aceleración debido al choque hipovolémico. Como consecuencia, se producía acumulación de líquido en los tejidos que rodeaban los pulmones y el corazón.
Finalmente, la muerte se producía por asfixia o paro cardíaco.
     Algunas veces, según el estado físico de la víctima en el momento de ser crucificado, la muerte se producía después de varios días.
Si el verdugo quería acelerar el proceso, quebraba las piernas del crucificado con un garrote y la muerte se producía en pocos minutos.
En el caso de Jesús, cuando los soldados se apresuraban a quebrarle las piernas, vieron que ya estaba muerto.
Para asegurarse de su muerte, el soldado tomó una lanza y se la clavó en el costado, perforando el corazón y el pulmón. En el caso de que Jesús aún hubiera estado con vida, sin duda habría muerto como consecuencia de la herida recibida en su costado.
Para un verdugo profesional, no había  ninguna duda de que Jesús estaba muerto.
   Es evidente que Jesús sufrió muchos de los tormentos descritos con anterioridad, si bien su muerte ocurrió a las seis horas de haber sido clavado en la cruz. Los crucificados solían durar dos o tres días, y en ocasiones una semana o más. Evidentemente, cuanto más tiempo vivían, más penosos eran sus sufrimientos físicos. La naturaleza sensitiva y refinada de Jesús debió sin duda potenciar su percepción del sufrimiento físico, de forma que sus seis horas de agonía bien pudieron equivaler a los dos o tres días habituales en un criminal endurecido. El clamor de Jesús: "-¡Tengo sed!", no fue sólo un cumplimiento de la profecía del Salmo 69:21: "en mi sed me dieron a beber vinagre", sino que era también una indicación de la existencia del proceso descrito con anterioridad.

Por terribles que fueran sus sufrimientos físicos, Jesús fue torturado por una angustia mental aún mucho mayor. "Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ‘Elí, Elí, ¿lama sabactani?’ (que significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’)" Mateo. 27:46. Como sustituto del pecador, Jesús había de experimentar la desesperación de sentirse totalmente abandonado por Dios, tal como sucederá a todo pecador perdido. Estaba atravesando el horror de esas densas tinieblas en las que ni un solo rayo de esperanza atraviesa la bruma. Sintió en su plenitud esa angustia inminente de saber que estaría separado de Dios debido al pecado. Fue en la cruz donde el Hijo de Dios sintió plenamente el peso aplastante de los pecados del mundo entero. Si sus sufrimientos hubieran consistido meramente en dolor físico, su muerte habría sido mucho menos penosa que la de muchos mártires. Pero el dolor corporal no fue más que una pequeña parte de su agonía.

  Qué dolor más grande por el que paso nuestro Señor Jesucristo, no solo es decir que vino a morir por nosotros, sino que lo que padeció en la cruz fue algo realmente terrible por el que experimentará todo aquel que nunca se arrepienta o que nunca obedezca de corazón a Jesús, muchos dicen que Dios no será capaz de castigar al ser humano eternamente, pero sí pudo entregar a su Hijo ¿Por qué no ha de castigar a aquel que no le obedezca como debe ser? Muchas personas están ignorando este enorme sacrificio de Cristo en la cruz del calvario, pero la realidad es que están desaprovechando la única oportunidad de sus vidas, las cuales de no hacerlo, se arrepentirán por el resto de sus vidas, acordándose y lamentándose por todo lo que pudieron hacer y que no hicieron por causa de sus pecados que nunca se los quisieron quitar de encima, y se dejaron seducir por la dulce muerte que los atormentará por los siglos de los siglos. 
CONCLUSIÓN
No basta solamente con saber y entender el sufrimiento por el que tuvo que pasar nuestro Señor, sino que nosotros también tenemos que poner de nuestra parte para sufrir por él, a fin de que así como él pudo vencer, nosotros también podamos seguir hacía adelante en esta lucha, pero solo si estamos enfocados en aquel que todo lo puede, en aquel que se entregó por nosotros, en aquel que Dios su vida por nosotros, quien nos enseñó a través del sufrimiento, la grandeza de soportar todo por amor a nuestras propias vidas y salvación. 

Fuente: Guía Holman de Apologética Cristiana  © 2009 por Doug Powell, B&H Publishlng Group, 2006, Nashville, Tennessee.
 

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